
¿A alguien puede extrañar que la Iglesia quiera olvidar y que olvidemos su papel en la historia de este país?
Si algo le agradezco a Rouco es haberme permitido recuperar este viejo artículo de Manolo Vazquez Montalbán publicado en 'El Pais'con motivo del 25 aniversario de la muerte del dictador.
El canon del perfecto franquista
"Las aportaciones canónicas de cuarenta años no caben en todas las simas oceánicas, pero si me dejan escoger me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás: 'Timonel de la dulce sonrisa"
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
"Mandamos a todos los sacerdotes que desde el día de la ratificación del Concordato,
en el curso de la santa misa, rezada o cantada, exceptuando las misas de difuntos,
en las primeras oraciones, en las secretas y en las poscomuniones añadan a la oración
Et formulas las palabras Ducem nostrum Franciscum".
El cardenal primado Plá y Daniel (1953)
en el curso de la santa misa, rezada o cantada, exceptuando las misas de difuntos,
en las primeras oraciones, en las secretas y en las poscomuniones añadan a la oración
Et formulas las palabras Ducem nostrum Franciscum".
El cardenal primado Plá y Daniel (1953)


El hecho de que la transición obedeciera a un acuerdo entre los franquistas más lúcidos y reciclados y unas insuficientemente instaladas fuerzas de la oposición, diluyó para siempre la posibilidad de exigir las responsabilidades del bloque histórico dominante que a partir de 1936 hasta 1976 de una u otra manera estuvo en condiciones de practicar una limpieza étnica de la llamada otra España, también conocida por la ciudad del diablo según la dialéctica agustiniana movilizada por los cardenales cuando inventaron el imaginario de la Cruzada. Por el largo camino que va desde el alzamiento parafascista a la transición fue desapareciendo la tipología convencional casi caricaturesca del franquista, reducida interesadamente a la del pequeño burgués algo calvo y con bigotillo recortado pero prietas las filas, que tenía en el musculado Alfredo Mayo de Raza el mejor referente canónico y el peor en el propio Franco pronunciando discursos de fin de año. Hay que recordar que el franquismo tuvo otras perchas, desde el taimado José Félix de Lequerica o el banquero Coca, al político del Opus, López Rodó, pasando por el dicharachero don Santiago Bernabéu o por el sofisticado Juan Antonio Samaranch. Cuando Carlos Saura escogió a los actores de La caza de hecho planteaba diversos imaginarios de franquistas posibles y a la semántica gestual común de cazadores se sumaban los rasgos diferenciales de un complejo conglomerado de vencedores que nunca perdieron del todo un cierto complejo de usurpadores.
Si el franquismo se encarnaba en el jefe de centuria, dibujado en los chistes populares como un gilipollas vestido de niño que manda a cien niños vestidos de gilipollas, desde el receptor popular raramente se descodificaba a los franquistas de las capas más altas que nunca habían perdido la gesticulación del poder económico de siempre, sobre todo desde que ya no fue obligatorio saludar a lo falangista en público y nunca lo fue hacerlo en los cocktails party. La fealdad del Régimen era evidente, pero tal vez formaba parte de su eficacia, como aquel olor a calcetines sudados que emanaba de todos los vencedores, incluidas las duquesas. El propio Franco acabó perdiendo su condición de canon del franquista, perdidos progresivamente los tacones postizos épicos que le calzaran cronistas de la guerra de África como Tebib Arrumi, seudónimo de Ruiz-Gallardón, abuelo del actual presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid y otro abuelo importante, Manuel Aznar, pretérita semilla del actual jefe de Gobierno, José María Aznar. Abc fue el gran instrumento propagandístico del joven Franco, en sus páginas fue calificado por primera vez de joven caudillo a raíz de su boda con doña Carmen Polo Meléndez Valdés. Los hagiógrafos del Caudillo recordaban de vez en cuando que el Mariscal Petain había calificado a Franco como la espada más limpia de Europa y cuando la espada más limpia de Europa entró en Madrid como Caudillo por la Gracia de Dios, los escritores oficiales acabaron de redondear el canon imposible: "Oh, ruina del Alcázar./ Yo mirarte no puedo,/ convulsa flor de otoño, sin asombro./ Vivero de esforzados capitanes,/ nido de gavilanes./ Huevo de águila: Franco es el que nombro". Gerardo Diego ya le ha confesado su amor, pero no es el único: "El Caudillo es como la encarnación de la patria y tiene el poder recibido por Dios para gobernarnos..." (del Catecismo patriótico español, publicado en Salamanca en 1939). Ridruejo tampoco se reprime: "Padre de paz en armas, tu bravura/ ya en Occidente extrema la sorpresa,/ en Levante dilata la hermosura...". La Estafeta Literaria lo compara con Cervantes, sin duda tras haber leído Diario de una bandera o Raza. Manuel Aznar dice de él que es arquitecto de capitanes de la historia y que su espada estaba por encima de la que había vencido a los sarracenos en las Navas de Tolosa. Cunqueiro, Álvaro, tras sostener que Franco era el Sol, añadía que la mirada del Señor le escogió entre los soldados: "De ella está ungido El Señor bruñó su espada y el santo Uriel arcángel le enseñó a pasearse entre las llamas...". Laín Entralgo afirma que al burgués y al empresario hay que oponerle el modelo de jefe, "más acorde con nuestro concepto militar de la vida". Pero quizá nadie como Pemán y Ernesto Giménez Caballero como constructores de ese canon imposible por lo desmesurado. Empecemos por Giménez Caballero: "¿Quién se ha metido en las entrañas de España como Franco, hasta el punto de no saber ya si Franco es España o España es Franco? ¡Oh, Franco, Caudillo nuestro, padre de España! ¡Adelante! ¡Atrás, canallas y sabandijas del mundo!". A Pemán se debe

Las aportaciones canónicas de cuarenta años no caben en todas las simas oceánicas, pero si me dejan escoger me quedo con aquella perla que le dedicara Joaquín Arrarás cuando lo imaginaba conduciendo la nave de la nueva España, la nave de la muerte, la tortura, la expatriación, la desidentificación para tantos de sus compatriotas: "Timonel de la dulce sonrisa". Las nuevas generaciones se han perdido aquel grotesco espectáculo posible gracias a un terrorismo de Estado sólo perceptible por los aterrorizados que casi no tuvimos ocasión de explicar el por qué de nuestro terror.
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