Despues de unos días de reposo, vuelvo con tres 'clasicos': una columna de Nacho Escolar para 'Público', el 'presunto estafador' Gerardo Díaz Ferrán y doña 'desEsperanza'.
El Ferrari de Díaz Ferrán
El Ferrari de don Gerardo acelera de 0 a 100 en 3,7 segundos, alcanza los 330 kilómetros por hora y sólo gasta 21 litros por cada 100 kilómetros, que los sueños nunca son baratos. El Ferrari de don Gerardo es un capricho, un juguete. Sólo hay 60 igual en todo el mundo y costó sus buenos euros. Pero como don Gerardo es previsor, lo compró a crédito, a través de Caja Madrid: la misma caja de la que es a la vez moroso y consejero, gracias a la “cojonuda” Esperanza Aguirre; la misma caja a la que sus empresas deben 26,5 millones de euros. El Ferrari de don Gerardo lleva en su matrícula las letras GDS, las iniciales de su hijo, Gerardo Díaz Santamaría; hay quien se las cose en una camisa, hay quien lo borda en un modesto utilitario. La familia que conduce unida, permanece unida; aunque el Ferrari de don Gerardo no está ni a su nombre ni al de su hijo, sino al nombre de una de sus empresas, que es siempre lo que más une. El Ferrari no es su único coche. También conduce un Porsche y un Rolls Royce; don Gerardo es un clásico.
Si la patronal pretende dar ejemplo, mandar un mensaje a la sociedad, predicar dando trigo, don Gerardo es su hombre. Quién mejor que él, que no paga ni a sus trabajadores ni a la Seguridad Social desde hace meses, para pedir una rebaja en los costes laborales. Don Gerardo está a un puro y a un sombrero de copa de distancia de la caricatura de un millonario del Monopoly, aunque el hecho racial en España se impone y los modelos son otros. Aquí ama más quien más suspira y triunfa más quien más dinero debe.
Desde ayer, la justicia persigue a don Gerardo por presunta estafa en la quiebra de Air Comet, ese sueño que se estrelló. No es tampoco su primer juicio y yo no apostaría. Hasta ahora, don Gerardo Díaz Ferrari siempre ha sido el más rápido.
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